Desde la Eucaristía somos llamadas a vivir el espíritu de adoración-liberación ya que la vivencia eucarística va configurando nuestra vida.
En la ADORACIÓN nos asemejamos a Jesús y vamos aprendiendo a descubrirle en lo cotidiano y a implicarnos junto a otras personas en la transformación del mundo.
Desde nuestra vivencia eucarística vivimos personalmente procesos de LIBERACIÓN que nos impertela a acompañar y promover la liberación de otras mujeres que sufren diversos modos de explotación.
Para nosotras la vivencia de la cotidianidad es la Encarnación de Jesús en nuestra vida y en la realidad que nos rodea. Descubrimos en los acontecimientos, en la realidad concreta que cada día se nos regala el Don de Dios en nuestra vida en tantas vidas que acompañamos.