
Hoy, 2 de febrero, en el marco de la XXIX Jornada Mundial de la Vida Consagrada, nos unimos a la Iglesia universal bajo el lema “Peregrinos y sembradores de esperanza”. Esta llamada resuena en lo más profundo de nuestra vocación como Adoratrices, ya que nuestra vida consagrada es, ante todo, un peregrinaje hacia Dios, un camino de esperanza que transformamos y compartimos con el mundo.
En cada momento de nuestra vida, como consagradas, somos llamadas a ser mensajeras de esperanza. En nuestro caminar, somos testigos del amor y la paciencia que Dios nos ofrece y que, a su vez, queremos transmitir a quienes encontramos en nuestro camino.
En este día, la Jornada también nos recuerda la importancia de las relaciones nuevas, aquellas que nacen del encuentro con Cristo. En nuestras comunidades, como adoratrices, cultivamos la fraternidad y el amor, creando lazos que nos permiten construir un mundo más solidario, donde cada encuentro sea un signo visible de la esperanza que compartimos.
Hoy, nos unimos con todas las personas consagradas en el mundo, renovando nuestro compromiso de ser peregrinas y sembradoras de esperanza, dispuestas a dar fruto y a llevar la luz de Cristo a todos los rincones de nuestra vida. ¡Que esta Jornada sea un recordatorio de que, en cada uno de nosotros, se enciende la llama viva de la esperanza!